Comunicado UAEM 20/05/16
A la comunidad universitaria:
El Movimiento del 68, que se sigue recordando cada 2 de octubre, fue protagonizado por jóvenes estudiantes de escuelas vocacionales, preparatorias y superiores del Politécnico y de la UNAM, y por profesores y trabajadores al servicio de la educación.
Lo que buscaban era democratizar el país a partir de la pluralidad partidista ante un Estado autoritario representado por el entonces partido hegemónico, el Partido Revolucionario Institucional (PRI).
La respuesta del Estado fue una brutal represión al Movimiento, que culminó con la matanza de Tlatelolco el 2 de octubre de 1968.
No obstante los muertos, los desaparecidos, los encarcelados, el Movimiento creó una nueva identidad del joven universitario (crítico, rebelde, participativo, empático con las causas sociales) y abrió cauce a luchas que hicieron suyo ese espíritu democratizador, tales como: el movimiento estudiantil de 1971, que culminó con otra represión el 10 de junio; el surgimiento de grupos guerrilleros como la Liga 23 de Septiembre en el norte del país; el Partido de los Pobres de Lucio Cabañas y la Asociación Nacional Cívica Revolucionaria de Genaro Vázquez, ambos normalistas de Ayotzinapa, en Guerrero; la creación de partidos políticos como el Partido Mexicano de los Trabajadores (PMT), conducido por un universitario, el ingeniero Heberto Castillo; el Partido Socialista Unificado de México (PSUM), entre otros.
En 1988 surgió el Frente Democrático Nacional (FDN) que, conducido por el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas, logró por primera vez unificar a todas las fuerzas que querían democratizar al país, y que, a pesar de haber ganado las elecciones, fue despojado de la presidencia a través de un fraude electoral sin precedentes.
El gobierno federal surgido de ese fraude, provocó una polarización social que derivó en 1994 en el alzamiento de los pueblos indígenas agrupados en el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), mismo que se convirtió en un referente nacional e internacional.
Esto aceleró el desgaste del PRI y fortaleció a un partido, hasta entonces satélite del partido hegemónico, el Partido Acción Nacional (PAN), dando lugar a la mal llamada transición democrática, que en realidad sólo fue una alternancia de las élites en el poder.
La alternancia partidista desembocó, primero, en un gobierno frívolo e insensible, y luego en una sucesión de gobiernos militarizados y fallidos, que hasta ahora han convertido al país en una inmensa fosa clandestina con 200 mil asesinados, más de 30 mil desaparecidos, cerca de medio millón de desplazados y una situación insostenible de corrupción, impunidad e inseguridad. Esta emergencia nacional y tragedia humanitaria son expresiones de una guerra que tiene como objetivo despojar a los jóvenes de su presente y de su futuro, y con ello destruir el país.
Sin embargo, la larga lucha por la democratización, que tiene su origen en el Movimiento del 68, ha seguido generando focos de resistencia como el resurgimiento de las policías comunitarias, que nacieron en Guerrero en 1996 de la mano del movimiento zapatista, el movimiento estudiantil de huelga de la UNAM en 1999, el Movimiento de las Mujeres de Juárez en 2001, el movimiento de San Salvador Atenco contra el aeropuerto del 2006, el Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad (MPJD) de 2011, el movimiento estudiantil #Yosoy132 de 2012, las autodefensas en Michoacán de 2013; el movimiento estudiantil #TodosSomosPolitécnico de 2014; y ante el brutal asesinato de seis jóvenes y la desaparición de 43 estudiantes de la Normal Rural Raúl Isidro Burgos, ocurrido en Iguala, Guerrero, el 26 de septiembre de 2014, el movimiento por Ayotzinapa.
En Morelos, donde nació el MPJD como consecuencia del asesinato de siete personas, otros movimientos locales, tales como la lucha de los pueblos contra los megaproyectos, la defensa del Casino de la Selva, el Movimiento Magisterial de Bases, entre otros, han continuado la lucha por las libertades democráticas, manteniendo vigentes las exigencias del 68.
En este mismo espíritu de democratización del país, diversas organizaciones en Morelos encabezaron una lucha contra el autoritarismo en 1997, y consiguieron una serie de reformas a la Constitución con las que abrieron espacios de participación ciudadana hasta entonces reprimidos.
Producto de esas luchas, el Congreso de Morelos aprobó, en el año 2000, la Ley de Participación Ciudadana que garantizaba el plebiscito, el referéndum, la iniciativa popular y la revocación de mandato como expresiones de las libertades democráticas buscadas desde el 68. Sin embargo, el autoritarismo, esta vez no sólo del PRI, sino de las partidocracias que se enquistaron en el Estado y tienen secuestrada la democracia, la volvieron inoperante e impidieron su aplicación práctica.
En febrero pasado, la Universidad Autónoma del Estado de Morelos (UAEM), heredera del Movimiento del 68, hizo patente su compromiso con las libertades democráticas y, junto con organizaciones, colegios de profesionales, comunidades y ciudadanos en general, demandó al Congreso del Estado de Morelos la aplicación de esa Ley.
Frente a esta demanda y ante la presión social, los diputados integrantes de la Comisión de Participación Ciudadana se comprometieron públicamente a:
- Abrir la discusión a la población morelense de la Iniciativa de Reforma Constitucional en materia de Participación Ciudadana,
- Respetar la figura del Consejo Estatal de Participación Ciudadana (CPC), y
- Emitir la Convocatoria para integrar el CPC, antes de terminar el actual período de sesiones del Congreso del Estado, es decir, antes del 15 de julio de 2016.
Contraviniendo esos acuerdos, el miércoles 18 de mayo de 2016, el Congreso local aprobó una reforma constitucional que cancela cualquier vía de democracia directa, pues desaparece el Consejo de Participación Ciudadana, acota los mecanismos de participación a tiempos electorales, deroga la revocación del mandato y somete la participación ciudadana al control de las partidocracias.
Este acto, a todas luces autoritario y ajeno, incluso, a la democracia representativa, no sólo es una violación a los derechos humanos, sino una afrenta a la memoria del 68 y a las decenas de miles de ciudadanos que han dado su vida para que las libertades democráticas sean posibles en nuestro país. Es también una gravísima traición de los partidos de izquierda que, responsables de cuidar y consolidar la herencia del 68, encabezaron otra vez el secuestro de las libertades democráticas y consolidaron, con ello, la tiranía de las partidocracias.
La reforma aprobada por los diputados en materia de participación ciudadana es inadmisible y repudiable. En consecuencia, es imperativo mantener el legado del Movimiento del 68 y continuar la lucha en pro de las libertades democráticas, a través de un gran Movimiento universitario que, articulado a las organizaciones y comunidades, permita construir los espacios de decisión para alcanzar la seguridad y el bienestar de todos los que amamos a Morelos.
Por una humanidad culta
Una Universidad socialmente responsable
Ciudad Universitaria, 20 de mayo de 2016.